Entrevista a la Dama de Blanco Yamilka Morejón
Yamilka y José han vuelto a cruzar el Atlántico. Pero no han vuelto a Cuba, ese destino de momento no está al alcance de sus manos, aunque sí de su imaginación. Acaban de llegar a Chile, de la misma manera que hace unas semanas llegaron a Madrid: “con las manos vacías y el corazón lleno de nombres”, como dicen las letras de Casaldáliga.
Aunque todo ha sido muy rápido, no parece descolocada y quizás eso sea lo que ha ayudado a ella y a su familia a afrontar con tanta soltura el cambio de rumbo de ha dado sus vidas. “Habíamos pensado en la posibilidad de ser libres pero nunca imaginábamos que iba a ser así tan rápido, de improviso; pensábamos en una licencia extrapenal o una liberación de ellos pero no tan repentinamente, por lo menos por la cabeza nunca me pasó”.
Cosas del destino, hasta marzo de 2003 Yamilka era mujer que permanecía ajena a las cuestiones políticas de la isla, aunque no enajenada por el régimen, ya que el hecho de estar casada con un periodista independiente le ofreció la posibilidad de informarse sobre la realidad de su país. “No conocía lo que era el mundo de la oposición, nunca me mezclé en las cosas de mi esposo, sabía que era periodista independiente, lo veía escribiendo sus artículos, él me pedía mis punto de vista y a mí mee parecía bien, porque yo no tenía noción de nada de política”, reconoce con humildad.
En su equipaje, recuerdos, muchos. Buenos, menos. Yamilka, como muchas otras Damas de Blanco necesitará tiempo para dejar apartado en un lugar de su mente – a solas y a escondidas como debe ser el justo destino de las dictaduras- los malos momentos. El tiempo de la ausencia de sus seres queridos, las horas de espera, los viajes largos para compartir sólo unos minutos, la falta de sueño, los insultos, el miedo. “Me vigilaban todo el rato. Había ocasiones, en las que teníamos celebración de aniversario, que se ponían a vigilarme 24 horas, frente a la casa. Una vez dijeron a mis vecinos que yo no podía salir de casa porque iba a poner una bomba en
Hubo un antes y un después en Yamilka.
“Nos interrumpieron nuestra luna de miel” – y sus palabras suenan a un comprensible reproche- “Yo me casé con mi esposo en enero y en marzo lo cogieron preso. Es decir, que lo vengo a conocer bien bien bien, estos siete años dentro de la prisión” – sonríe-. En ese tiempo nace la hija de ambos, de tan solo cuatro años edad, quien ha crecido sabiendo que su padre estaba lejos de casa. Ahora habrá lugar en sus vidas para recuperar el tiempo perdido, y entender cuando sea mayor que sus padres son los héroes de esta historia.