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Bullying: un problema más extendido de lo que creemos

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En España, hay miles de niños y adolescentes que sufren a diario vejaciones, insultos y agresiones por parte de sus compañeros de clase. A pesar de que la sensibilización frente a este tema y las herramientas para evitarlo crecen día a día, uno de cada tres niños afirma haber agredido a un compañero en los últimos dos meses.

Según el informe ‘Yo a eso no juego’, publicado por la ONG ‘Save the Children‘, uno de cada diez niños afirma ser víctima de bullying o acoso escolar, mientras que el 7% asegura haber sufrido cyberbullying o acoso a través de Internet o el móvil.

A pesar de que no todas las víctimas de acoso escolar sufren agresiones físicas, las agresiones verbales y psicológicas pueden resultar igual o aún más dañinas que el daño físico. De hecho, seis de cada diez niños afirman haber sido insultados en los últimos meses; el 22% reconoce que estos insultos se han producido de forma frecuente, mientras que un tercio de los mismos añade que estos insultos se produjeron a través del móvil o el ordenador.

Una cifra alarmante, el 30%, ha declarado ser golpeado físicamente.

Siguiendo con los resultados del estudio, se deduce que las niñas y los más pequeños son los niños que más sufren bullying. Las chicas, sobre todo, reciben cyberbullying.

En esta encuesta también se tuvo en cuenta la opinión de los «agresores» y, aunque la mayoría coincide en que no saben el motivo por el que realizan estas malas acciones, lo cierto es que un 50% de los encuestados reconoce haber insultado u ofendido a alguno de sus compañeros y uno de cada tres ha llegado más lejos y afirma haber agredido a otro niño. Parece que, tanto agresores como agredidos, tienen algo en común y, en general, suele ser la baja autoestima.

‘Save the Children’ ha elaborado, además, una serie de consejos para estudiantes, padres y madres y profesores con el objetivo de combatir este tipo de violencia, que, lamentablemente, está más extendida de lo que pensamos.

Hay que tener en cuenta que el acoso es acoso, no una gamberrada, y hay que tratarlo como algo serio para evitar que los niños tomen decisiones desesperadas.