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La ONU pide a la comunidad internacional una reacción para evitar una crisis alimentaria

16 de septiembre de 2015 | Todas

Evitar una nueva crisis alimentaria mundial como la sufrida en los años 2007 y 2008, esto es lo que han pedido la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos a la comunidad internacional.


Estos tres organismos han advertido en un comunicado conjunto que la situación actual de los mercados, caracterizada por fuertes incrementos en los precios del maíz, el trigo y la soja, hace temer la posibilidad de que se repita la historia.


«Tenemos que actuar rápidamente para asegurarnos de que estos incrementos en los precios no derivan en una catástrofe que afecte a decenas de millones de personas durante los próximos meses», han subrayado el director general de la FAO, José Graziano da Silva; el presidente del FIDA, Kanayo F. Nwanze; y el director ejecutivo del PAM, Ertharin Cousin. Según estos organismos, en la actualidad hay dos problemas a los que hay que hacer frente, uno a corto plazo y otro a largo plazo.


Por un lado, el alto precio de ciertos alimentos, que según afirman puede afectar seriamente a los países que dependen de las importaciones y a las personas más pobres, y por otro, la forma de producir, comerciar y consumir alimentos en un momento en que la población y la demanda están creciendo y se sienten los efectos del cambio climático.


«Para responder a estos desafíos, estamos más preparados ahora que hace cinco años» porque «hemos desarrollado nuevas políticas y nuevos instrumentos», dice el comunicado.


La población más pobre y la que vive en países dependientes de las importaciones se encuentra en una situación más vulnerable ante el aumento de los precios de las materias primas a nivel internacional porque en los mercados locales eso significa que la gente destina la mayor parte de sus ingresos a comprar comida.


Los tres organismos proponen un «enfoque dual» que consiste en «apoyar inversiones a largo plazo en agricultura, sobre todo los minifundios» y, al mismo tiempo, establecer «redes de seguridad para ayudar a los consumidores y productores pobres a evitar el hambre, la pérdida de activos y la espiral de la pobreza».


«Unas redes de seguridad asequibles, predecibles y transparentes son algo totalmente necesario como protección frente a los recurrentes picos en los precios y a las crisis», han señalado la FAO, el FIDA y el PMA en referencia a los sistemas de protección social.


También consideran necesario que los pequeños productores de alimentos dispongan de herramientas mejores para aumentar su productividad, aumenten su acceso a los mercados y estén menos expuestos a los riesgos. Además, la gente necesita «empleos y sueldos decentes» para poder obtener la comida que necesitan.


En cuanto a lo que no se debe hacer, los tres organismos recomiendan que los países eviten «comprar compulsivamente» e imponer restricciones a las exportaciones. Asimismo, recuerdan la importancia de actuar sobre las causas del aumento de los precios de los alimentos. En los últimos cinco años ha habido tres momentos en que se ha registrado un importante incremento. A veces se debió a las condiciones meteorológicas, otras a desastres naturales como inundaciones y en otros casos al uso cada vez más frecuente de reservas de alimentos para fines distintos de la alimentación o a la especulación financiera.


«Somos vulnerables porque, incluso en un año bueno, la producción mundial de cereales apenas alcanza para satisfacer la creciente demanda de alimentos, pienso y combustible en un mundo en el que cada año hay 80 millones de bocas más que alimentar», han explicado las tres agencias de Naciones Unidas.


«Estamos en riesgo porque solo unos pocos países son grandes productores de alimentos básicos, y cuando se ven afectados, todos los demás lo están también», han agregado.


Por eso ven necesario «promover una producción de alimentos estable en los países pobres que importan comida», para que haya más alimentos disponibles en los mercados locales y se generen puestos de trabajo e ingresos, especialmente en las zonas rurales, donde viven el 70% de los pobres del mundo.