Más de la mitad de los niños emigrantes del Mediterráneo sufren abusos
Aimano tiene tan sólo 16 años y una esperanza: llegar a una Europa más segura y próspera. Originario de Gambia, este joven cuenta cómo comenzó su aventura de la migración al cruzar parte de África y el Mediterráneo. Hoy en día, cuenta en un refugio de menores situado en Italia, cómo le capturaron unos traficantes de personas en Libia y cómo tuvo que trabajar durante meses contra su voluntad: “Si intentas correr, te disparan. Si paras de trabajar, te golpean. Y al final del día, te encierran. Somos unos esclavos”.
Como él, 22.000 migrantes, entre ellos 11.000 niños, según la Organización Internacional de las Migraciones (IOM) y al Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), que han realizado la llamada “terrible travesía”, en donde el 77% de los menores que realizaron la ruta migratoria a través del Mediterráneo reconocieron haber sido víctimas de abusos sexuales o laborales.
La mayoría que realiza esta ruta para entrar en Europa realizan una travesía llena de peligros en los que destacan altos niveles de abusos. Existen dos rutas: la del Este, con mayoría de procedencia de países como Afganistán, Pakistán, Siria y Bangladesh. Y la Central con personas de Nigeria, Gambia, Marruecos, Guinea y Etiopía. Los principales destinos deseados eran Alemania, Francia e Italia.
El tráfico de menores, que incluyo trabajos forzados, explotación sexual, maltrato, matrimonio infantil o retención ilícita. Una manera de abuso que anula todos los derechos del niño que existen.
En 2016, más de 100.000 menores emprendieron un viaje hacia Europa con esperanza de un futuro mejor. Tan solo en lo que va de año, casi 1340.000 personas han llegado al continente y unas 2.500 han fallecido, según la OIM. El porcentaje de personas que sufrieron abusos sexuales se eleva a un 83%. La mayoría con un perfil definido: menores de 17 años que, viajan solos, que no tienen estudios y que provienen de África Subsahariana.