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Médicos Sin Fronteras ayuda a los desplazados de Sudán

16 de septiembre de 2015 | Todas

Después de 22 años de conflicto, los acuerdos de paz firmados el 9 de enero de
2005 entre el norte y el sur de Sudán no han significado una paz real. Casi dos
años después de que el mundo empezara a darse cuenta de la creciente emergencia
en la región de Darfur, en el noroeste de Sudán, el sufrimiento de la población
continúa igual. “Lo que hace diferente la situación en Darfur es la complejidad
de la crisis. Hay muchos grupos rebeldes, muchas facciones que no se ponen de
acuerdo entre ellas. Algunas disputas empezaron hace años, otras podríamos decir
que son de ayer. Las distancias en la región son enormes, solo existen algunas
carreteras y están en muy mal estado. Hay más de dos millones de personas que
están sobreviviendo en los campos de desplazados desde hace más de dos años. Hay
una falta de alimentos estructural, las tierras de cultivo han sido destruidas,
los pueblos han sido arrasados. Ante esta compleja situación, lo que está claro
es que esta gente necesita ayuda”.

Vanessa van Schoor trabaja con MSF
desde hace más de 10 años y ahora en Darfur es jefa de misión. “El principal
problema al que tiene que enfrentarse la población en Darfur es precisamente que
tiene muchos problemas. La inseguridad constante, la violencia y los conflictos
están siempre presentes. Uno de nuestros médicos me explicó la historia de una
mujer de 60 años. Un día a las seis de la mañana fue atacada en el exterior de
su casa por alguien con un hacha. Apenas podía parpadear mientras un médico le
curaba la profunda herida que tenía en la cabeza. Esto hace que te imagines por
lo que ha pasado”.

El campo de Kalma es uno de los campos donde MSF
trabaja en Darfur. De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de las
Naciones Unidas es el mayor campo de desplazados o refugiados del mundo. Se
calcula que aproximadamente viven 90.000 personas, aunque debido al movimiento
de población son datos imprecisos. El campo está cerca de Nyala, la capital del
sur de Darfur, y en la frontera entre el territorio controlado por el gobierno y
el territorio controlado por los rebeldes. Reshma Adatia es desde hace 13 meses
el coordinador del proyecto de este campo.

“La gente que llega al campo
huyendo de sus poblados está seriamente traumatizada. Todo lo que ellos conocían
y que era normal ha desaparecido. Han perdido sus aldeas, sus familias y sus
casas, todo lo que les ayudaba. Tienen que empezar de nuevo desde cero”.


El campo no es seguro y tampoco sus alrededores. “Cada noche se oyen
disparos alrededor del campo de Kalma. A veces hay enfrentamientos, a veces sólo
disparos al aire. Los habitantes del campo están demasiados asustados para
dormir por las noches. Viven en un constante estado de miedo, miedo a que el
campo sea atacado, a que tengan que salir de él, a que la comida no llegue, a
que los trabajadores humanitarios no vuelvan”.