Primavera Árabe, un año de revoluciones y cambio
Coincidiendo con el primer aniversario de la Primavera Árabe, Amnistía Internacional (AI) ha presentado un informe titulado Un año de rebelión: el estado de los derechos humanos en Oriente Medio y el Norte de África. Un estudio que trata de describir la violencia tan extrema que se vivió y se vive en países como Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Bahréin y Siria, con el objetivo de derrocar a sus gobiernos autoritarios y abusivos y establecer sistemas democráticos.
AI cree que la represión y la violencia a manos del Estado continuarán azotando a lo largo de esta año a los países afectados por las revoluciones democráticas de la llamada ‘Primavera Árabe’ por haber sido incapaces sus gobiernos de implantar reformas de gran calado e incumplir con las peticiones de los pueblos árabes a favor de la democracia.
Un ejemplo de todo ello son los abusos cometidos por las nuevas autoridades egipcias, que según AI son incluso peores que los perpetrados en su día por el derrocado presidente Hosni Mubarak. En Túnez destaca la lentitud a la hora de implantar reformas constitucionales o en Libia, la incapacidad del nuevo gobierno de transición para pacificar el país tras el fin de la guerra civil que acabo con la muerte del coronel Muamar Gadafi.
Amnistía Internacional solicita a las nuevas autoridades y a la comunidad internacional que actúen de manera rápida y en función de la magnitud de los cambios que se demandan. Además desde la ONG se apunta que a pesar del enorme optimismo que se vivió en estos tres países tras el derrocamiento de los regímenes autoritarios que les han dominado durante décadas, sus reemplazos todavía no han implantado las reformas necesarias que garanticen sistemas de gobierno democráticos y sin abusos.
En el caso de los países donde las protestas siguen su curso como es el caso de Yemen, Bahréin y, especialmente Siria, Amnistía critica la “incoherencia” demostrada por instituciones y organismos internacional como la Unión Africana, la Liga Árabe y la Unión Europea, “incapaces de captar el calibre del desafío al que se enfrentan los arraigados regímenes represivos de la región”, apuntan desde la ONG.
A continuación se muestra un resumen de la situación actual de los países de la Primavera Árabe:
1. Egipto: Amnistía Internacional denuncia que el nuevo gobierno militar instaurado tras el derrocamiento de Mubarak es prueba suficiente de que para muchos gobiernos de la región el objetivo primordial es la supervivencia del régimen. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha faltado a su promesa de satisfacer las demandas de la ‘Revolución del 25 de enero’ que derroco a Hosni Mubarak. En su lugar, han reaccionado con violencia a las nuevas manifestaciones que pedían la disolución del actual régimen militar. La represión ejercida por el Gobierno militar se ha cobrado 84 vidas entre octubre y diciembre de 2011.
Además, AI acusa a las autoridades egipcias de preservar la tortura bajo custodia que caracterizó al régimen anterior y de someter a las mujeres que participaron en las protestas a tratos vejatorios y humillantes.
De cara al 2012 AI muestra temor de que el Consejo Supremo renueve sus intentos de limitar la capacidad de protestar y expresar libremente la opinión», asegura la ONG.
2. Túnez: Amnistía reconoce «importantes mejoras en Túnez», particularmente en el ámbito de los derechos de la mujer, tras la revolución que acabó con el régimen del presidente Zine el Abidine Ben Alí. Sin embargo, muchos de los tunecinos consultados lamentan que el ritmo de cambio «ha sido demasiado lento» y muchas de las familias de los fallecidos en las protestas todavía no han visto satisfecha sus demandas de justicia.
«Hay instituciones del Estado que durante mucho tiempo propiciaron o cometieron violaciones de derechos humanos y que todavía están a la espera de ser reformadas de tal modo que se garantice que los abusos del pasado se investigan adecuadamente y que se proporcionan salvaguardias efectivas contra su repetición», apunta la asesora general de Amnistía Internacional, Donatella Rovera. «La población tunecina sigue sufriendo altos niveles de desempleo y pobreza, pero, un año después de la ‘Revolución de los Jazmines’, hay motivos de peso para esperar que el periodo de transición dé un futuro mejor a la gente de Túnez», concluye.
3. Libia: El caso de Libia está marcado por la incapacidad del actual Consejo Nacional de Transición para atajar la violencia de posguerra. Persisten dudas importantes sobre la capacidad de las nuevas autoridades de controlar a las brigadas armadas que ayudaron a derrotar a las fuerzas partidarias de Gadafi e impedir que estas brigadas repitan los abusos cometidos durante el sistema anterior, apuntan desde AI.
Entre los aspectos positivos cabe mencionar que el Consejo Nacional de Transición emitió una Declaración Constitucional en la que se consagraban el derecho internacional humanitario, los Derechos Humanos y otros principios, como el respeto por las libertades fundamentales, el derecho de todo ciudadano y ciudadana a no sufrir discriminación –por ejemplo, por motivos de género, raza e idioma– y el derecho a un juicio justo y a pedir asilo.
La Primavera Árabe en Siria, Bahréin, Yemen, Arabia Saudí e Irán
En estos países aún persisten las revoluciones. AI destaca la incapacidad de la comunidad internacional para acordar una postura común contra la represión que se vive en estos países. Para la ONG, este comportamiento es una extensión de la estrategia planteada en Libia, donde los Derechos Humanos se esgrimieron como motivo a favor de una intervención militar, apuntan desde AI.
Un ejemplo de la actuación de la Comunidad Internacional en la Primavera Árabe es que al terminar el año, el Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueado por Rusia y China, sólo habían emitido una débil declaración de condena de la violencia en Siria, que se ha cobrado ya 5.000 vidas.
En el caso de la Liga Árabe, que actúo rápidamente tras suspender de su organismo a Libia y a Siria, guardó silencio cuando las tropas saudíes apoyaron los esfuerzos del gobierno bahreiní para sofocar las protestas.
Para AI, el papel de Occidente en las revoluciones árabes ha sido desequilibrado. Esta ola de cambio en los países árabes se ha logrado gracias a la actuación de sus ciudadanos que se han echado a la calle y no por la influencia de las potencias extranjeras.