Salir de la pobreza será el desafío de más de 500 millones de jóvenes, según Intervida
Intervida/Madrid
INTERVIDA recuerda los obstáculos a los que tienen que hacer frente los jóvenes en el paso de la edad infantil a la edad adulta. La pobreza, el desempleo, el analfabetismo y la falta de formación tienen como consecuencia la marginación social de muchos jóvenes, que encuentran un entorno hostil para su desarrollo personal y profesional. Todo ello, unido a la falta de espacios en los que los jóvenes puedan relacionarse y compartir experiencias, inquietudes e ilusiones, ha animado a INTERVIDA a poner en marcha en América Latina una red de 35 Centros de Culturales en los que participan casi 80.000 jóvenes.
En la actualidad, hay más jóvenes que nunca: 1.153 millones de personas tienen entre 15 y 24 años, lo que representa el 18% de la población mundial. Además, los menores de 15 años constituyen otro 30%, por lo que juntos suman casi la mitad de los habitantes del mundo.
Pese a que son el grupo más numeroso, también es uno de los más vulnerables. Según el Informe sobre la Juventud Mundial 2005 de Naciones Unidas, casi 209 millones de jóvenes –el 18% de las personas de entre 14 y 25 años– subsisten con menos de 0,80 euros al día, es decir, viven en la extrema pobreza; mientras que los ingresos diarios de 515 millones de jóvenes son inferiores a 1,60 euros.
Para cambiar esta situación, una de las medidas más eficaces es la educación. Sin embargo, es una asignatura pendiente, porque 133 millones de jóvenes no saben leer y escribir y 113 millones de niños no acuden a la escuela. Esta falta de formación supone un serio obstáculo a la hora de ingresar en un mundo laboral, ya de por sí complicado. De hecho, las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo indican que el desempleo juvenil mundial aumentó del 11,7% en 1993 al 14,4% en 2003, afectando a 88 millones de jóvenes y alcanzando así su máximo histórico. Salir de la pobreza seguirá siendo un enorme desafío en la vida de muchos de los jóvenes durante varios decenios.
La pobreza, el desempleo y la falta de formación derivan en una situación de marginación social, puesto que los jóvenes encuentran un entorno hostil para su desarrollo personal, social y profesional. Además, en esta etapa de transición entre la infancia protegida y una vida adulta independiente, los jóvenes crean su propia identidad, lo que en ocasiones provoca un enfrentamiento con sus padres y el resto de la sociedad. Por otro lado, no tienen lugares para la socialización, a excepción de los centros educativos.
Ante esta situación, INTERVIDA ha puesto en marcha los Centros Culturales Juveniles, unos espacios construidos para la juventud en los que se trabaja con un enfoque de formación sociocultural. Son lugares abiertos que nacen para que los jóvenes puedan hacer algo positivo en su tiempo libre. En la actualidad, funcionan 35 Centros Culturales, repartidos entre Guatemala, El Salvador, Perú y Bolivia, de los que se benefician casi 80.000 jóvenes. Esta red de centros se enmarca dentro del Programa ‘Espacios para la Cultura y el Encuentro Juvenil’, que INTERVIDA desarrolla en América Latina con un enfoque preventivo. Es decir, la idea no es tanto rehabilitar jóvenes en una situación especial -como drogadicción, pandillas o problemas con la justicia- como prevenir a los jóvenes para evitar que lleguen a esas situaciones.
El objetivo es que los jóvenes se impliquen en actividades culturales –dibujo, pintura, música, teatro–, deportivas, empresariales y de formación personal. Además, en aquellas zonas con población indígena, se presta especial atención a la promoción de la cultura tradicional, que cuenta con un escaso reconocimiento por parte de las comunidades.
Por otro lado, conscientes de las altas tasas de desempleo juvenil, en los Centros Culturales también se desarrollan talleres de formación profesional –carpintería, bordado, idiomas, mecanografía e informática– y orientación laboral.
Para lograr una mayor implicación, los Centros Culturales pertenecen a los jóvenes. Las instalaciones y su equipo son propiedad de la juventud, de manera que es su responsabilidad cuidarlas. Se trata de que ellos mismos se encarguen de desarrollar las actividades y de gestionar los centros, con el fin de que el proyecto sea autosostenible.