Un futuro de oportunidades para los niños de Mongolia
La historia Tumenkhuslen, una niña de Mongolia, demuestra el impacto que tiene el apadrinamiento en la vida de las familias más pobres y más vulnerables.
Tumenkhuslen y su familia viven en una de las comunidades más antiguas de Ger (casas redondas tradicionales en Mongolia) de Ulaanbaatar, una zona donde hasta hace siete años la pobreza y la falta de oportunidades era la constante.
Antes de que World Vision comenzara un programa de desarrollo en la comunidad gracias al apadrinamiento de niños, la mayoría de las familias vivían en condiciones de pobreza en una zona donde las carreteras estaban en mal estado, los índices de desempleo eran altos y no existían preescolares ni centros de atención para los niños.
Una realidad que se agravaba con la llegada de familias que emigraban de las zonas rurales en busca de oportunidades de empleo y que al asentarse sin permiso oficial les era prohibido acceder a los servicios de la seguridad social.
La realidad de la familia de la pequeña Tumenkhuslen no era la excepción en la comunidad. Para suplir sus necesidades dependían exclusivamente del sueldo del padre que apenas llegaba a los 60 dólares al mes, lo que les impedía comprar suficiente comida. Para calentarse durante el invierno (que en Mongolia puede llegar a los 30 grados bajo cero) recogían desechos fecales de los animales porque no podían pagar por un poco de leña.
Para mejorar la calidad de vida de esta comunidad y especialmente para trabajar por el bienestar de los niños, World Vision comenzó en 1999 un programa de desarrollo, que es posible gracias al apadrinamiento de los niños y niñas.
Tumenkhuslen es ahora una de las niñas apadrinadas de la zona y el cambio que esto ha significado para su vida y para la de sus padres es evidente. “Desde que Tumenkhuslen ha sido apadrinada no ha sufrido más de bronquitis”, explica Hingbis, su madre. Además, gracias al programa de apadrinamiento, Tumenkhuslen asiste al colegio, “Ella hace siempre sus tareas y obedece a su profesora”, agrega Hingbis.
En un principio, las prioridades del trabajo de World Vision estaban enfocadas a mejorar la salud y ha enseñar a las familias a cosechar alimentos en huertas caseras que les han permitido tener una alimentación balanceada y vender el excedente para conseguir ingresos extras. Antes de que estos programas se pusieran en marcha, un diagnóstico realizado por el personal de World Vision mostraba que las familias gastaban más del 70% de sus ingresos en comida.
Otro de los proyectos que tuvo gran impacto en esta comunidad, ha sido la construcción y entrega de Gers (viviendas redondas tradicionales de Mongolia) a familias que no tenían un lugar para vivir. La familia de Tumenkhuslen ha sido una de las beneficiarias y desde que pueden vivir en un Ger, Tumenkhuslen tiene un espacio propio en el que puede estudiar y jugar.
Durante el tiempo que World Vision ha estado trabajando con esta comunidad se han construido pozos para la obtención de agua, se han mejorado los que existían y se ha proporcionado subsidios para alimentos para más de 70 niños que asisten al prescolar. Además, con el apoyo del gobierno japonés, se ha abierto una clínica familiar con espacios exclusivos para los exámenes ginecológicos y las vacunaciones para los niños. Allí, cuatro médicos y cuatro enfermeras se encargan de atender a toda la comunidad.
En todos los proyectos la comunidad participa activadamente. Los padres de familia, por ejemplo, asisten los talleres sobre agricultura o, como en el caso del padre de Tumenkhuslen, que trabaja en el mercado local; a charlas sobre cómo comenzar un negocio y cómo invertir el micro crédito que World Vision le ha otorgado.
Para la familia de Tumenkhuslen la vida ha cambiado mucho desde que su niña ha sido apadrinada, ahora pueden tener una alimentación balanceada, tener agua potable y la formación necesaria para mejorar sus ingresos económicos. Tumenkhuslen sigue estudiando y sueña con ser la directora de su propia empresa cuando crezca.