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El verdadero «refugees welcome» de los voluntarios

El problema de los refugiados sigue a la orden del día. En Serbia viven unos 8.000 refugiados y migrantes, según datos obtenidos por la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR)  en el país. Casi todos proceden de Afganistán, aunque también los hay de Pakistán, Irak, Siria o el norte de África.

Un año casi es el tiempo que llevan en el país. Muchos pagaron a traficantes para sortear el país pero el llegar a Serbia, se encontraron con una valla kilométrica en la frontera con Hungría y la presencia policial se había reforzado impidiendo el paso de toda persona que quisiese cumplir su sueño de una vida mejor.

Miles de personas permanecen estancadas a las puertas de Europa, mientras los gobiernos siguen dando la espalda a un problema que no parece llegar a ninguna solución. Es por ello que voluntarios internacionales llegan con el objetivo de ayudar a las asociaciones existentes.

Procedentes de diferentes puntos de Europa, de Estados Unidos, Canadá e incluso países latinos, corteafricanos y asiáticos, éstos valientes colaboradores poseen diferentes perfiles y realizan distintas actividades. Alguno de ellos decidió dejar su trabajo actual para ir a Serbia a ayudar, otros, se encontraban sin empleo y vieron una buena oportunidad para colaborar. Algunos recopilan alimentos, y los transportan hasta el lugar para donarlos a alguna de las organizaciones presentes.

A pesar de ser de diferente raza, origen, religión o género, la solidaridad les mantiene unidos y todos comparten la misma idea: las injustas políticas europeas hacia estos seres humanos por eso han tomado la decisión de moverse a Serbia para entonar el “refugees welcome” a través de sus acciones.

La asociación Hot Food Idomeni llevó su experiencia adquirida en el país del sur hacia las barracas de Belgrado, para cocinar comidas calientes. as el primer día». No Name Kitchen, ha llegado a repartir hasta 1.000 comidas en una jornada. Lo que comenzó como unas vacaciones destinadas al voluntariado en Grecia se tornó en una forma de vida.

Además de alimentos, varias asociaciones como Help-Na desde Navarra o Médicos sin Fronteras llevaron a las barracas madera que no fuera tóxica al quemarse para entrar en calor, llegaron doctores y miles de donaciones en forma de ropa y calzado, se crearon duchas y baños y expertos en electrónica crearon instalaciones para que se pudieran cargar los móviles y los refugiados no perdieran la comunicación con las familias. Otras asociaciones se situaron en oficinas cercanas para ofrecer actividades de integración social, clases de idiomas gratuitas o talleres para mantener a los jóvenes entretenidos. Muchos refugiados son también voluntarios y ofrecen sus habilidades a otros. Casi todos están convencidos de que la mayoría de las grandes organizaciones supranacionales, las que más dinero tienen, «no hicieron nada» entonces para ayudar a estas personas que convivían con ratas y plagas de sarna en el centro de Belgrado.